Thursday 28 de March de 2024

BODEGA DEL MES | Hace 2 años

Descubrí cuales son los vinos del principio al fin del mundo

Si bien la pasión de la familia Eurnekian por el vino comenzó en Armenia, desde hace varios años la continuaron en Patagonia, y hoy son de las pocas familias argentinas que producen vinos en dos países

Juliana Del Águila Eurnekian, además de ser propietaria y presidente de la Bodega del Fin del Mundo (Patagonia) y Bodega Karas (Armenia), se ha convertido en una de las bodegueras más jóvenes y pujantes del país. Y en los últimos años, con sus constantes viajes entre el Viejo Mudo y el Nuevo Mundo, adquirió una experiencia única con la cuál alimenta su misión original desde que se sumó a la bodega de la familia; dar a conocer al mundo los mejores vinos de ambas regiones.

Ella sabe que este es un largo camino de aprendizaje, de pruebas y errores, y está dispuesta a transitarlo porque el vino le apasiona. De la mano de sus vinos, DELIRIO propuso este mes un recorrido imaginario entre el Viejo y el Nuevo Mundo, no solo a través de las copas sino también a través del pasado, del presente y del futuro de la industria vitivinícola. De alguna manera, un viaje sin escalas entre el principio y el fin del mundo.

Por un lado, con los vinos de Bodega Del Fin del Mundo, reconocida por su gran aporte para lograr incluir en el mapa vitivinícola nacional a la provincia de Neuquén, en tan solo 20 años. Con Juliana al frente desde hace varios años, aprendiendo, entendiendo y emprendiendo, la bodega tiene como objetivo de lograr los mejores vinos de la Patagonia, y también de la Argentina. Trabajando en conjunto con el enólogo Ricardo Galante, están concibiendo vinos que reflejan cada vez más el carácter del lugar. Ambos quieren llevar Patagonia al mundo y demostrar que tiene vinos muy distintos y muy ricos. Y si bien todavía no se conocen tanto, se sabe que generan mucha curiosidad. Eso lo descubre Juliana en sus viajes y encuentros con clientes, sommeliers, cocineros y periodistas de todo el mundo, ya que les despierta mucho interés el tema. Y esto confirma que Argentina no se tiene que encasillar solo en Mendoza y el Malbec, sino más bien potenciar su diversidad, y que hay un gran potencial en Patagonia con sus vinos y otras variedades más allá del Malbec.

Nota del mes BFDM

En San Patricio del Chañar (Neuquén) tienen muchas hectáreas plantadas de Pinot Noir, la joyita patagónica en la que se especializan, y en blancas se destaca Semillón que está tomando mucho protagonismo por cómo se da.

Juliana Del Águila Eurnekian es una mujer inconformista e inquieta, siempre pendiente de las nuevas tendencias, viendo como se puede mejorar la producción con la idea de acercarse más a sus viñedos y poder reflejarlos en sus vinos, por ejemplo, trabajando más en las sutilezas con el Pinot Noir como bandera, por su delicadeza y paladar sofisticado. La idea es modernizar un poco el estilo para estar a la altura de las nuevas tendencias sin generar un cambio brusco, sino ir afinando los vinos, buscando más frescura y resaltando lo concreto de fruta buscando que la madera no tape lo que pasó ese año en el viñedo. En otras palabras, hacer vinos desde un lugar sincero.

Hay mucho camino por recorrer aún, y muchos mercados por conquistar, sobre todo para el vino patagónico. A pesar que Patagonia ya atrae por las sensaciones que genera en el imaginario, los vinos aún no son muy conocidos. También hay que competir con mucha gente ya que es una industria muy atomizada. Pero su gran ventaja es estar en un lugar privilegiado y que aún no es tan conocido; hay mucho por construir.

Hace ocho años que Juliana llegó a la bodega para liderar un equipo de trabajo, y cuenta con la ayuda de sus dos hermanos, uno que está en Neuquén y el otro en Buenos Aires. Y si bien la bodega parece una empresa gigante, para ellos termina siendo un trabajo muy familiar, casi artesanal.

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Con la visión que el vino tiene que estar bueno en todos los niveles de precio, porque es para disfrutar, están llevando a cabo esta nueva etapa de la bodega, consolidando los logros y poniendo foco en las particularidades del carácter que les brinda cada parcela.

Eso se puede apreciar muy bien en el Special Blend, el ícono de la bodega que nació en 2002, y refleja de la evolución del viñedo. Y si bien mantuvo su estilo, también se fue modernizando. Es un corte de Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc; este se incorporó al corte en los últimos años entre un 5 y un 10%.

Y si bien en la familia saben que el Malbec de la Patagonia es único, que pueden marcar la diferencia con las cepas emblemáticas de la zona (Pinot Noir y Semillón), y que otras se dan muy bien como el Cabernet Franc, el Sauvignon Blanc y el Chardonnay, la variedad a la que apuestan es la Syrah, porque da un vino muy rico y versátil. Ellos se enamoraron del Syrah en Armenia, donde elaboran gran parte de sus vinos con esa uva, además de ser una de las variedades más antiguas. Hay algo curioso que destaca la bodeguera, dicen que al Syrah le gustan las lindas vistas, y en ambos terruños (Patagonia y Armenia) el entorno es impactante. Es cierto que mientras en Patagonia ofrece más fruta y un toque cárnico, en Armenia se da muy diferente, mas especiado y floral, con cuerpo y textura sedosa.

Es por ello que la familia no solo puso el foco en San Patricio del Chañar; flamante terruño del Nuevo Mundo; sino también en Armenia, de donde proviene la familia, y donde poseen viñedos y bodega propia. Allí trabajaron desde el principio con Michel Rolland, el afamado consultor internacional, que durante varios años también los asesoró en Neuquén. La idea allá fue rescatar las raíces más antiguas que se conocen en el mundo del vino, ya que al pie del monte Ararat existían zonas de viñedos hace más de 6000 años. Por eso se la conoce como la cuna del vino.

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En Armenia, gran parte de la vida cotidiana gira alrededor de la comida y de la cultura gastronómica, y el vino fue siempre parte de eso. Algo similar a lo que pasa acá en Argentina, ya que un vino siempre se descorcha para compartir buenos momentos.

Allá se hacían vinos hace más de 6200 años, y se ha encontrado el registro vitivinícola más antiguo e importante de la historia, la bodega más grande y completa, muy cerca de la nuestra.

Eduardo Eurnekián viajó a principios del milenio con la intención de devolverle algo a su querida Armenia, y plantó las primeras vides apostando a una industria incipiente en un momento en el que nadie elaboraba vinos de calidad. Vio la gran oportunidad para revalorizar una cultura olvidada de tantos años, y con eso llevar a Armenia al mundo.

En solo veinte años el trabajo realizado en Karas causó mucho impacto, y hoy ya se organizó una nueva industria del vino armenio. Es más, antes todo el turismo estaba orientado hacia el turismo eclesiástico, porque se sabe que Armenia fue el primer país del mundo declarado católico. Pero ahora se va abriendo más hacia el turismo gastronómico y el enoturismo. Sin dudas, se trata de un lugar místico y con mucha historia. La Biblia cuenta que Noah plantó en el monte Ararat; justo frente a los viñedos de Karas, ubicados en el valle de Ararat y con una vista impresionante; las primeras vides. Entonces, se puede decir que es allí donde empezó todo.

Se puede decir que la cepa es Areni es como el Malbec en Argentina, pero de características muy diferentes, ya que es más parecida a un Pinot Noir, con un sabor a frutas y especias muy particular. Rico y muy distinto a lo que se conoce acá. Y en blancas, la variedad más conocida es Kangun, una de las uvas permitidas para la elaboración del afamado brandy armenio. Otras de las cepas que sorprende es la Sireni, originaria de Karabaj -una región por fuera de Armenia- que la familia implantó hace algunos años con el propósito de hacer vinos a la antigua usanza; en karas (ánforas). Hoy, la variedad y la metodología están muy de moda, pero la idea original fue revalorizar algo que se hacia antes en Armenia, para ello recuperaron varios karas de distintos lugares para fermentar ahí el vino, que termina siendo especial, distinto, y muy particular.

Hoy, ante esta difícil situación que atraviesa el mundo por la pandemia, la industria tiene un gran desafío, debe seguir generando trabajo de calidad y continuar con la producción sin interrupciones. Además, deben aprovechar que son una de las pocas familias argentinas que producen vinos en dos países. Y si bien la pasión de la familia por el vino comenzó en Armenia, desde hace varios años la continuaron en Patagonia. Por eso dicen que fueron del principio al fin del mundo. Sin dudas, Bodega Del Fin del Mundo es la única del país- y seguramente de la región- capaz de unir el Nuevo y el Viejo Mundo vínico, y su misión hoy es recuperar el pasado de un lugar y crear el futuro en el otro.

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at Fabricio Portelli

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