En 1999, Karim Mussi Saffie creó Altocedro para vinificar uvas de La Consulta con un amplio sentido de pertenencia. Ese lugar único en el Valle de Uco es famoso por sus uvas de alta calidad provenientes de viñas antiguas. Y desde 1999, Karim se dedicó con esmero a posicionar el lugar a través de sus vinos "nacidos y criados" bajo su interpretación del lugar.
El tiempo pasó, y todo evolucionó, también sus vinos, aunque siempre respetando la idea original. Sin dudas, por sus intenciones puede ser catalogado como uno de los pioneros en el concepto de “terroirista”, ya que siempre estuvo enfocado en reflejar no solo el lugar, sus suelos y el clima, sino también su gente.
Pero el aprendizaje para un bodeguero todo terreno como es Karim no solo se da en el campo o en la bodega, sino también en los mercados. Así, este viajero incansable se convirtió en el mejor embajador de sus vinos, y se transformó en un referente de la vitivinicultura nacional para los líderes de opinión en los principales mercados de exportación. Esto le generó nuevos desafíos. Así llegó el turno de ampliar sus horizontes vínicos más allá de La Consulta, y comenzó a elaborar vinos con uvas de Cafayate en Salta, bajo el proyecto Abras; los caminos por donde los Incas navegaban por la Cordillera de los Andes. En su búsqueda permanente de expresiones de terruño únicas, Abras es el primer capítulo de una larga historia que comenzó cuando se enamoró de Cafayate, un desierto alto y elevado de Salta a 1.750 m.s.n.m. (cuna del Torrontés, y también de los grandes Malbec). Con uvas de viñedos de más de 30 años, plantadas en suelos aluviales en el fondo del valle, obteniendo expresiones más minerales y genuina del Valle Calchaquí.
Más tarde, en 2012 con Alandes, donde dejó de elaborar uvas de un mismo origen, para hacerlo con uvas cosechadas a lo largo de Los Andes. Un lugar único, lleno de desiertos de altura con rincones originales donde Karim busca elaborar vinos de alta calidad, con la idea de resumir esos paisajes en una botella. El hacedor sabe que año tras año tiene la posibilidad de redescubrir la inmensa cordillera, y poder convertir cada territorio en una nueva propuesta enológica, tan genuina como su origen.
El Turco es un hombre de palabra, es un viejo sabio en cuerpo de joven, claramente con muchos kilómetros recorridos ya que, una vez que termina la cosecha, se pone el uniforme de vendedor y sale a recorrer el mundo. Pocos winemakers-bodegueros ponen el cuerpo como él lo hace, año tras año. Su filosofía es el trabajo y el respeto, cree más en su obstinación que en los planes de negocio, aunque en poco tiempo cada proyecto toma su dirección. Con los años, Karim ha desarrollado un gran expertise en diversos mercados, a tal punto que sabe muy bien qué es lo que más le importa hoy al consumidor global. Y está convencido de que ya no hay diferenciación entre el mercado interno y el externo.
Después de comenzar como un “ejército de un solo hombre”, y tratar de construir el mejor equipo posible para una bodega argentina, le tomó más de 20 años encontrar suficientes personas que compartieran sus compromisos y valores, para formar parte del desafiante y glamoroso negocio del vino.
Los conocedores de vino conocen a Karim Mussi (El Turco), uno de los personajes más queridos y respetados de la industria. Porque a pesar de su fuerte personalidad y genética (es descendiente sirio-libanés), es un gran defensor de los vinos de lugar. Promotor como pocos de La Consulta con sus Altocedro, con los años sumó proyectos para poder vinificar más allá; Abras en NOA, Alandes en otras regiones a lo largo de Los Andes, Al Pasión (Los Chacayes), Angulo Innocenti (La Consulta) y Qaramy (Tunuyán), entre otros.
Karim Mussi Saffie es un bodeguero diferente, que a base de esfuerzo, sacrificio y palabra, logró ser propietario de sus propios emprendimientos vitivinícolas y también asesorar a otros. Es de esos autores de vinos que los consumidores no se olvidan jamás si tienen la posibilidad de cruzárselo en una feria, en una degustación o cuando visitan sus bodegas, o esa cava que construyó en una vieja casona en Coquimbito (Maipú), y que se ha convertido en uno de los puntos de enoturismo más exitosos de Mendoza.
Como buen administrador de empresas que es, ha sabido darle una impronta definida a cada una de sus marcas, y un estilo a cada uno de los vinos que forman parte del portfolio de cada uno de los emprendimientos donde Karim pone su firma de autor.
Karim no es detallista, pero le gusta estar en todos los detalles, privilegia el carácter a la elegancia, y busca en cada expresión de sus vinos brindar un mensaje. Por eso prefiere crear y sumarse a emprendimientos pequeños, siempre con el foco puesto en el lugar para poder lograr vinos de terruño. La bodega siempre será complementaria y allí tratará, junto a cada uno de sus equipos, intervenir lo menos posible para lograr vinos auténticos. Y eso también habla de su forma de ser. Como buen descendiente de libaneses, ama los cedros, y por eso en su finca tienen muchos, ya que para su familia es un árbol sagrado que representa la identidad de El Líbano. “El Turco”, como se lo conoce, se recibió de técnico enólogo en el Liceo Agrícola ya con la idea de hacer sus propios vinos y hoy, como muchos de sus colegas, se reconoce más como consumidor que como enólogo, ya que le encanta tomar vino y descubrir nuevas sensaciones a través de las copas.
Karim tiene una visión más amplia del negocio, sabe que el vino nace en el viñedo, pero también que hace falta venderlo para poder seguir haciendo vinos. Esto le permitió crecer de manera sostenida, no solo en el mercado interno sino también en exportaciones, aunque todo a base de sacrificio. Conoce como pocos lo que cuesta elaborar una botella de vino, y más, hacerla llegar a la mesa de consumidores alrededor del mundo. Es muy generoso con su tiempo pero celoso con sus vinos, por eso prefiere ir él, cliente por cliente a degustarlos que mandar muestras por doquier. Tampoco regala vinos como política comercial, en su lugar siempre se ofrece para ir, capacitar a los sommeliers y brindar degustaciones, ya sea en vinotecas y restaurantes. Porque respeta al vino y a las personas que lo hacen, y porque sabe que es convincente, auténtico y noble, como todo buen vino.
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at Fabricio Portelli
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