Sin dudas, los vinos del NOA son de los que más han evolucionado en los últimos años. Seguramente la mayoría de los amantes del vino tiene en mente aquellos blancos invasivos y efusivos, con ciertas rusticidades dadas por los amargores típicos del Torrontés.
Y de los tintos quizás tenga el recuerdo en el paladar de vinos concentrados y cálidos, alcohólicos y tánicos, con mucha sobre madurez. Es decir, vinos que podían impactar (más en las alturas de Cafayate) pero que no podían fluir tanto en las copas.
Y si bien esa podría ser una descripción de los vinos argentinos en general, muy lejos está de los vinos actuales, y mucho más de los que están llegando del NOA, más precisamente del Valle Calchaquí. Principalmente porque la evolución no solo ha tocado a Mendoza, también desembarcó con todo en el valle, y los nuevos vinos son muy elocuentes.
El Esteco no es la bodega más tradicional de la zona, pero sí es una de las dos naves insignias, que siempre pujó por los vinos de Cafayate y alrededores aquí y en el mundo (la otra es Etchart). Y si bien es cierto que Donald Hess con sus Colomé le ganaron de mano a principios del milenio, con los primeros vinos salteños frescos, y por ende más bebibles, ahora es el turno de Alejandro Pepa y su equipo; formado por Claudio Maza y Carolina Cristofani en bodega, y Francisco Telechea en viñedos; de demostrar todo el potencial que tienen los vinos del valle.
Alejandro hace 18 años que trabaja en El Esteco, llegó cuando recién empezaba la bodega a rodar; por aquel entonces Don David era la nave insignia, y el Altimus un ícono naciente.
Una de las primeras claves fue pensar el valle en grande, poniendo en valor todos aquellos viñedos viejos conocidos, o nuevos de lugares más extremos, pero siempre con características vallistas. Por eso los viñedos van de Catamarca y Tucumán a Salta y Jujuy, con el epicentro en Cafayate y sus alrededores.
Es interesante como Francisco Tellechea, ingeniero agrónomo de El Esteco, explica las condiciones naturales del valle en general, y de cada zona en particular. La lluvia es generalmente escasa, y la altura es radiación y temperaturas que generan una amplitud hacia las temperaturas más frescas. “Noviembre es le mes más cálido en el valle, y la radiación (a partir de Diciembre) desde las 15 hs decrece, y más en Enero por la nubosidad que genera la cadena Los Quilmes. Como resultado, las temperaturas medias del último mes antes de la cosecha son como las de Altamira”, explica Francisco admirando el Valle de Cafayate, desde Finca El Socorro (160ha).
Otro de los factores que han influenciado a El Esteco y a los vinos de la región en general es COPROVI, la degustación de los vinos de la cosecha que organizan los mismos profesionales de la zona. Hace más de una década que, más allá del evento social en el que se degustan a ciegas los mejores representantes varietales de la cosecha, los enólogos y agrónomos que elaboran en el valle intercambian experiencias y conocimientos durante todo el año. Eso potenció a los vinos de la región.
Y más allá de los tinos tradicionales como el Malbec, el Cabernet Sauvignon, el Tannat (que se perfila como el más representativo de la zona), y el típico Torrontés, que allí adquiere un carácter único, quizás el Sauvignon Blanc sea el mejor hallazgo. Hay pocos, pero diversos exponentes del valle, desde Tacuil hasta Guacalera (Jujuy) que así lo demuestran, con un estilo y carácter propio.
A veces hay que ver el contexto para entender los vinos, dicen los hacedores de la zona. Hay que pensar en la extremidad de Guacalera (Jujuy), y de lo que este varietal puede expresar en la Quebrada de Humahuaca. Además, para lograr estos vinos se traen las uvas de Jujuy a Cafayate, se hace un desborre previo, y luego se elaboran con levaduras seleccionadas con una leve corrección de acidez., por solo dar un ejemplo.
“Tratamos que los viñedos de Sauvignon Blanc tengan gran canopia para cubrir todo el racimo, y así obtener el carácter salvaje, con notas de arveja, ruda y algo de pomelo”, describe Alejandro Pepa durante la degustación.
Otra de las gratas sorpresas son los blends de variedades blancas, pero no por la originalidad de sus composiciones, sino por la frescura que ofrecen. “El Esteco Blanc de Blanc es un corte culpa de los agrónomos, pero es una tendencia que ha llegado al valle para quedarse” dice Pepa, asegurando que está pensado para tener una larga guarda.
Es evidente que se tienen en cuenta muchos más factores para concebir los vinos. Otro productor referente de la zona elabora su reconocido Torrontés a partir de la combinación de dos zonas. Una más arenosa, elegida por la insolación y por como rebota la luz en la arena, con uvas de otra región de vientos constantes, que da perfumes más frescos. La idea es alejarse de los blancos pesados de antes, pero a la vez potenciar la expresión y la estructura. Para ello se cosechan a mediados de Marzo, y una parte fermenta en barricas para aportar graso, y el resto en tanques con mucho trabajo de borras finas.
Francisco Tellechea es un estudioso y sabe muy bien como impacta la altura en los vinos blancos (sobre todo) y como están empezando a ser caracterizados por los parámetros climáticos.
De las 206.000 hectáreas de viñas que hay en el país, 40.500 son de uvas blancas (casi el 20%). El Valle Calchaquí representa el 1,9% del total, y 1278 ha son de uvas blancas; principalmente Torrontés Riojano, Sauvignon Blanc y Chardonnay, que representan el 96% de las uvas blancas de la región. El peso de las blancas allí es más que en el resto de las regiones del país. Además, es una de las zonas más altas del mundo, ya que va desde los 1600 hasta los 3100 metros, y en la altura las temperaturas promedio no son elevadas. Todo esto confirma las razones del auge en la zona de los vinos blancas. Más allá de la evolución de todos sus tintos.
Los secretos de los nuevos vinos de El Esteco
A la revolución en los viñedos siguieron los cambios en bodega, incorporando huevos de cemento y foudres de 6000 l, además de barricas nuevas de diferentes tamaños y varios roll fermentors.
“A los taninos queremos domarlos, pero no eliminarlos” dice Claudio Maza., en una clara alusión a encontrar una nueva identidad del valle, pero sin traicionar la esencia del lugar.
Los vinos más representativos de la bodega empiezan en Don David, una de las marcas más reconocidas y tradicionales del mercado, y a la vez una de las que más ha evolucionado.
Por ejemplo, el Don David Chardonnay tiene un porcentaje fermentado en foudres y otra parte en barricas usadas y nuevas (casi el 20%). El resto se hace en acero inoxidable; una parte con duelas y sin maloláctica. Se cosecha cada vez antes, con 13.5 de alcohol potencial para mantener la frescura, y tiene casi 9 meses de trabajo con borras finas. Todas las uvas provienen de fincas propias y casi todas en espaldero.
Los estudios que vienen realizando demostraron que el mes anterior a la cosecha, las temperaturas medias habían sido más bajas que las del Valle de Uco. Algo inimaginable en el valle años atrás. “Al conocer esto y protegiendo las uvas del sol pudimos obtener vinos blancos bien frescos con Chardonnay, Torrontés y Sauvignon Blanc”. “Además, la tecnología nos ayudó mucho; la limpieza, el frío, la fermentación en foudres (que ya llega al 7% del total) y también algo en barricas de roble usadas”, afirma Alejandro Pepa.
La línea Don David Reserva nace por los premios obtenidos por la marca, sobre todo en los mercados de exportación. Con el Don David Reserva Malbec la idea es mostrar la fruta que tiene el valle. Hay uvas de Chañar Punco que son viñedos de rendimientos más altos, mezcladas con algo de Cafayate. Un buen porcentaje es con levaduras nativas, se elabora con un 20% de racimos enteros, una parte en roble francés y americano y otra en tanques con duelas nuevas. El objetivo es lograr una alta tomabilidad, asegura el enólogo. Para el Cabernet Sauvignon de la línea realizaron un trabajo agronómico en cuarteles seleccionados y clasificados con imágenes satelitales, para luego cosecharlos por separado.
El Esteco es una línea importante por llevar el nombre de la bodega, y nace para mostrar el potencial del valle, sin roble evidente, con crianzas de doce meses en barricas usadas. Se trata de blends de parcelas diferentes, pueden ser parrales y espalderas, con algo de racimo entero. Se nota que son vinos bien logrados y que cumplen su misión. Son fluidos, tomables y cada uno apoyado en sus caracteres primarios, con texturas y frescuras que les aportan vivacidad.
Después viene una línea de vinos con más expresión y concentración, que proviene de viñas muy viejas; los Old Vines. Quizás la línea de vinos más exitosa de la casa de los últimos tiempos. Con un Torrontés, un Criolla, un Malbec y un Cabernet Sauvignon; en todas las etiquetas figura el año de plantación de los viñedos.
“Esta línea nació en las fincas, y viendo los viñedos longevos nos preguntamos por qué no hacer algo directo y por separado para lograr algo diferente”, comenta Alejandro. Antes de la 2015, que fue la primera en salir al ruedo, hubo una en 2012 pero no obtuvieron el estilo deseado, sobre todo con la Criolla, que había sido el disparador del nuevo proyecto. Pero en 2015 la elaboraron en huevos de cemento, con levaduras nativas y racimos enteros, y salió. Vinificada al estilo de un Pinot Noir, con mucho frio y maceración pre fermentativa, y con el arranque explosivo que promueven las levaduras indígenas. Luego se descubó y volvió al huevo para seguir su elaboración como un rosado. Hoy es el Criolla más respetado del mercado. Por su parte, el secreto del Torrontés Old Vines es que una parte fermenta con los orujos, más allá del carácter propio de la viña. Algo que también distingue al Malbec y al Cabernet Sauvignon.
Sin dudas, el Esteco Blanc de Blancs y el Blanc de Noir son dos de los vinos salteños que patearon el tablero. El primero es un vibrante blend a base de Viognier, Chardonnay y Torrontés, con dos variedades nuevas en Argentina; Marsanne y Roussanne, plantadas en 2015. Se elaboró en tanques, con levaduras seleccionadas, y se crio siete meses sobre lías. El Esteco Blanc de Noir es un 100% Pinot Noir de Chañar Punco, proviene de 7,5 ha, se cosechó manual en cajas. Se hace todo en el Chañar con prensado suave.
Por su parte Finca Notables empezó en 2009 con un Cabernet Sauvignon (en 2010 se sumó el Malbec, en 2011 el Tannat, y por último en 2012 el Cabernet Franc). Por ejemplo, para el Finca Notables Cabernet Franc 2015 cosecharon a mano uvas de tres fincas diferentes, con distintas exposiciones, distinto tratamiento de canopia y en momentos diferentes, menos de 8000 kg por hectárea, con plantas equilibradas y selección de racimos y de uvas, y de ahí directo a las cubas de roble usadas.
Una de las mejores novedades de la casa es el Finca Notables Merlot, el segundo vino puro de Chañar Punco, a 2000 msnm. Una finca de 6 km de largo, en espaldero, de suelos pedregosos con calcáreo. “Ese Merlot proviene de 4 ha extremas, que trabajando las mismas a lo largo de los años nos dieron un mejor resultado, luego lo elaboramos en tanques de acero en Chañar Punco y criamos en El Esteco, en foudres de 6000 l”, comenta Claudio Maza.
Por su parte el Finca Notables Malbec proviene del cuadro nro. 9; un espaldero bien equilibrado con orientación NE a SE. Es una zona más fresca, y da una uva de mediana a grande y súper jugosa. Últimamente han adelantado un poco la cosecha.
Chañar Punco llegó con la cosecha 2011 para demostrar que Catamarca también puede dar vinos de gran nivel. Queda a 80Km hacia el sur de Cafayate y a 2000 msnm, y ya es un importante protagonista de los vinos actuales del Valle Calchaquí. Es un suelo muy diferente, más rocoso y arenosos. Allí, Claudio Masa selecciona las parcelas más altas y con más piedra. “Es una región más salvaje y tensa, con más de todo, y que da para mucho, por eso en 2013 hasta nos animamos con un Merlot”, asegura Claudio.
“Nos gusta el estilo de Altimus, pero ha ido cambiando con el tiempo, aunque el concepto sigue siendo el mismo. Partimos de un Malbec y un Cabernet Sauvignon con elegancia y complejidad, con 12 meses de crianza por separado, y 6 meses más después de hecho el corte, y luego un año y medio en botella. Hay una intención bordelesa en este vino salteño” asegura Ale Pepa, quién reconoce que a partir del Altimus 2007 cambiaron radicalmente.
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at Fabricio Portelli
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