El mundo del vino es en realidad un universo donde conviven miles de personas con un mismo fin; embotellar placer.
Porque de eso se trata, al menos del lado del productor. Y esa es la primera regla (implícita) que todo hacedor de vinos tiene que cumplir. Claro que se trata de un negocio, pero a una bodega la mueven muchos otros valores más allá de los ingresos y egresos. Y la creatividad juega un papel fundamental, aunque no sea lo más importante, porque es la mejor manera de abrirse caminos al vinificar. Pero una vez encontrado el camino de cada vino, lo único que hay que hacer es mejorarlo hasta el punto de encontrarse cara a cara con la naturaleza, y sea ella la que decida la calidad final cada año.
Roberto Romano, fundador de Barroco, es un sommelier, hacedor, soñador y autor de vinos, que si bien vive lejos de las zonas productoras (a las que viaja permanentemente), está muy cerca de los consumidores. Y él no tiene límites a la hora de crear, porque a sus sueños los puede convertir en vinos.
También bartender y amante de los vinos con personalidad, luego de tener su propia vinoteca y trabajar en los mejores restaurantes de la ciudad, se retiró para dedicarse a dos cosas: formar a sommeliers y hacer sus propios vinos. Así nació Vinos Barroco que, como su nombre lo indica, hay mucho arte detrás de estos vinos, ya que toda la intelectualidad del autor está puesta al servicio de un sueño: concebir vinos únicos y poder compartirlos.
Roberto Romano es multifacético, su imagen la cuida tanto como sus palabras, y si bien es muy austero en sus expresiones, pone mucha pasión en cada vino que hace.
Barroco antes de ser vino fue un concepto y muy bien definido. Quizás nació cuando Roberto tenía una vinoteca llamada Caprichos de Estación. Y algo de caprichoso y egoísta tiene Barroco, siempre desde lo intelectual. Irrumpió hace años con un blanco que sigue dando mucho que hablar. Un Viognier que rescató del olvido, literalmente, de una bodega, y lo modeló a su gusto de la mano de David Bonomi, uno de los enólogos referentes de la Argentina. Con su ayuda emprendió Vinos Barroco, donde cada vino es una obra de arte que se puede beber. De ese Viognier 2012 fundacional quedan muy pocas botellas, pero dejó un gran recuerdo. Y, sobre todo, le dio la confianza necesaria para emprender el largo camino del hacedor de vinos.
Luego llegaron tintos de diferentes lugares, porque cuando estaba con David en Mendoza haciendo los cortes, él tenía 60 vinos en su bodega familiar (Tierra Inti) e hicieron una selección. Primero quedaron 17 vinos y finalmente eligió 7; de Gualtallary, de El Carrizal y de Los Chacayes, entre los que había Petit Verdot, Malbec y Bonarda. Y si bien su idea original era tener un Malbec (Paraje Altamira 2012) para acompañar a su gran blanco, devino lo obvio. Los vinos fueron exitosos y las ideas barrocas en su cabeza se multiplicaron.
En 2014 probaron un blend de Malbec con más proporción de Gualtallary, pero según Roberto le faltaba algo. Entonces invirtió el porcentaje y probó con un 60% de Los Chacayes para darle más profundidad. El problema fue que los cortes estaban bien, pero los varietales mejor. Ahí mismo se decidió por dos Malbec 2014 de zonas (Gualtallary y Los Chacayes), que se sumaron a su ya conocido 2012 de Paraje Altamira. Y también se animó con dos vinos de corte, el primero 2013 con a base de su Malbec de Gualtallary, con Petit Verdot y Cabernet Franc de Los Chacayes. El segundo, también base Malbec, pero 2012 y de dos zonas bien diferentes, El Carrizal y Altamira, y de allí mismo un Cabernet Franc, más un Cabernet Sauvignon de Rodeo del Medio; aproximadamente un cuarto de cada uno. Roberto los llamó Cortes de la Tierra.
Roberto conoce muy bien cada uno de sus vinos y sigue muy de cerca su evolución, ya que es quién los promueve, visitando vinotecas y dirigiendo degustaciones y comidas maridadas con sus vinos, a lo largo y ancho del país. Y si bien se tratan de partidas limitadas, sus precios son muy conscientes, porque como buen sommelier sabe que para hacerse un lugar entre los consumidores más exigentes sus Barroco deben venderse y compartirse.
El organizador de Vinos con Sentido; un evento dedicado pura y exclusivamente a la capacitación de sommeliers realizado durante varios años en el Faena Hotel Buenos Aires; tiene una debilidad por las burbujas. Para él, Aether es la escénica de Barroco.
De su completo portfolio, DELIRIO seleccionó para cerrar el año un espumoso, un rosado, un blend tinto y uno orgánico novedoso; su última creación. Ya pasaron diez cosechas desde aquel blanco fundacional, y es evidente que esta historia recién comienza.
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at Fabricio Portelli
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