Cómo son los nuevos vinos rosé argentinos, cuáles elegir y en qué ocasiones se disfrutan más
Más allá de la estacionalidad, la evolución les ha devuelto el protagonismo merecido. Cómo son los nuevos vinos rosé argentinos, cuáles elegir y en qué ocasiones se disfrutan más, son las claves que todo a amante del vino tiene que saber.
Es muy cierto que el clima o la época del año influyen en el consumo de vinos, porque básicamente delinean el comportamiento de los consumidores. Así, muchos vinos tienen sus momentos de gloria a lo largo del año; como los espumosos cuando de celebraciones y fiestas se trata, o los blancos que se multiplican en verano, el rosado aflora en primavera.
¿Por qué es el mejor vino para disfrutar en esta época?
Dejando los tecnicismos cualitativos de lado, podemos decir que no hay mejor vino que un rosado del año cuando el sol vuelve a calentar, las flores vuelven a ser protagonistas y los pajaritos están de fiesta.
En primer lugar, porque son vinos nuevos, por eso se llaman del año. Es por ello que ya empiezan a aflorar de esta cosecha 2019. Y su mayor gracia y esplendor la despliegan hasta pasado el verano. Porque cuando un vino es nuevo, tiene toda la fuerza y la vitalidad listas para ser disfrutada. Pero esas expresiones, de aromas y sabores, poco a poco se van apagando en el tiempo. Algo que a los buenos tintos no les pasa, ya que poseen una mayor estructura y más cantidad de componentes que les permiten seguir evolucionando en botella y hasta mejorar a lo largo de varios años. Pero los vinos rosados fueron creados para agradar al primer impacto. Su gracia está ahí, en su efusividad. Pueden ser frutales o florales, pero siempre serán refrescantes y vivaces; por nuevos, pero también por elaboración. Esto implica que el rosado no es, ni llegará a ser nunca un gran vino, simplemente porque ese no es su propósito.
Obviamente, un vino rosado para poder destacarse debe estar bien logrado, pero fundamentalmente debe agradar a la primera copa, sin exigir tanta atención. Es decir que debe gustar sin complicaciones. Sus aromas y sabores deben ser francos, y estar en sintonía. Cada trago debe causar placer más allá de refrescar el paladar. Y como su consumo suele ser informal; al empezar la reunión, de parados o al costado de la pileta; también debe ser versátil, sin perder su gracia ante la variedad de bocados con los cuales puede llegar a servirse.
Los rosados de hoy
El vino rosado argentino viene de un pasado para el olvido, pero por suerte goza de gran presente, y un mejor futuro aún. Lamentablemente en el imaginario colectivo el vino rosado está desprestigiado. Muchos que se la dan de conocedores lo tildan de “vinito”, ni blanco ni tinto. Incluso los más prejuiciosos lo catalogan de vino para mujeres o para homosexuales. Nada más lejos de la realidad.
El vino rosado debe lograr destacarse por sobre sus pares, dependiendo del momento, el lugar y la compañía.
Por ejemplo, durante un atardecer, mientras van llegando los amigos y se los recibe con algo para picar, tener un rosado en la frapera y servirlo bien fresco, puede ser el comienzo de una gran noche. También como aperitivo va muy bien, sobre todo en la previa de los asados al pie de la parrilla, con achuras. Y ni hablar en la mesa con ensaladas, o con arroces tipo valencianos.
Para los sommeliers es el vino comodín, el único capaz de agradar a todos los comensales en una mesa que pidan platos diversos. Ya que se adapta muy bien a carnes rojas grilladas, a pescados y pastas. También si la comida viene caliente o a temperatura ambiente, el rosado se acopla perfectamente. Es decir, puede maridar con la pizza y con el sushi, por ejemplo.
Como en todo la clave está en la calidad. La gran mayoría de los rosados que se tomaban en la época de nuestros abuelos por suerte ya no se consiguen.
Hasta hace muy pocos años, cuando los vinos argentinos salieron por primera vez a conquistar el mundo, a los tinos importantes se les hacía una sangría: se fermentaba el 80% del jugo de uva (mosto) con el 100% de los sólidos (hollejos), para así lograr un vino más concentrado. Y con ese 20% original se hacía un vino rosado, pero que nada tenía que ver con los afamados rosés franceses de la Provence que siempre están de moda; y no por cuestiones de terruños ni de variedades. El problema empezaba en el aspecto, ya que los rosados locales tenían colores profundos y de tonos muy subidos, más cerca de los rojos que de los rosados. Sus aromas eran muy apretados, tanto que a veces no se lograba captar su carácter. Y lo mismo pasaba en boca, potenciado por la baja temperatura de servicio. Además, la estructura de estos vinos nada tenían que ver con los íconos de Francia, por ser muy alcohólicos (entre 14 y 15), y por consiguiente nunca se podían lucir en su ámbito natural; de aperitivo y por copa. Claro que esas aristas también se notaban en la mesa y su boom nunca sucedió. Hasta que cambió la mano, de los enólogos fundamentalmente, porque entendieron que, como cualquier otro vino, los rosados nacen en la viña.
Las uvas deben estar cuidadas y ser cosechadas con un grado potencial moderado (11 a 12,5 grados), para luego someterlas a una elaboración delicada a fin de preservar todos sus perfumes y frescura. Una vez en la bodega, la intención es lograr esos aspectos pálidos, con tonos asalmonados y de piel de cebolla de los mejores rosé de Francia. Para ello se someten a maceraciones cortas y a temperaturas controladas, para evitar que el vino se coloree mucho. Luego continua la vinificación como blanco y no como tinto, con muchos cuidados para preservar los aromas primarios, esos que vienen en la fruta. En general estos vinos no pasan por madera, salvo raras excepciones. Una vez en la copa, regalan perfumes frugales, en donde el alcohol ni se siente. Y en su paso por boca suelen ser tensos y amables, tan refrescantes como agradables. La mayoría son secos, pero los más amables ya no abusan del azúcar residual. Por último, y dependiendo de la calidad y cantidad elaborada, se define la presentación y el precio. En la categoría de rosados como en ninguna otra se puede jugar con las packaging. Etiquetas atractivas, nombres originales y botellas muy llamativas, tanto que algunas parecen grandes frascos de perfume. Gracias a todos estos cambios hoy ya existen en el mercado varios rosados que superan los $1000 la botella, y por supuesto se multiplicó su oferta en todos los rangos, para bien de los consumidores. Así son los nuevos rosados que están revolucionando el consumo aquí y en el mundo.
Cuáles rosados elegir
Hay que entender que se puede hacer vino rosado de cualquier uva tinta. Pero las que han demostrado mejores resultados son Malbec y Pinot Noir; y más recientemente Cabernet Franc, aunque también hay de Syrah, Merlot y Petit Verdot. Siempre deben ser del año. Es decir que en esta primavera 2019 hay que estrenar los rosé del mismo año. Y en lo posible las bodegas deben apuntar para que se les agoten antes que finalice el próximo verano. Porque más allá de situaciones gastronómicas puntuales, este vino quedará muy relegado de las preferencias. Y encima, con el paso de los meses el vino empieza a perder su gracia. Puede mantenerse vivo, pero ya no agradará como en primavera o verano. Los de tapa a rosca son un buen indicio, porque la tecnología es amiga del vino, y esta tapa es ideal para los vinos que se disfrutan bien jóvenes.
La región no es tan importante, ya que actualmente se pueden lograr vinos frescos y maduros, cosechando antes y con buen manejo de canopia, en todas las zonas vitivinícolas del país, desde el NOA hasta Patagonia, pasando por Cuyo.
El perfil actual de los vinos rosados locales es frutal y expresivo, con buen volumen, pero sin peso, de trago vivaz y vibrante, con la acidez natural bien presente. Algunos optan por dejar algo de azúcar residual para hacer más amable su final de boca.
La temperatura de consumo es importante, pero tampoco condicionante. Es decir que el vino debe estar bien fresco. Pero no importa si se olvidan la botella en la frapera o en la heladera, y llega a la boca helado. Se supone que será bienvenido por la temperatura ambiente, pero además porque no suele ser un vino protagonista desde su exigencia. Si llama la atención será por su gracia y no por su complejidad.
Regresa el tiempo lindo y con él llegan los vinos rosados del año, los mejores para disfrutar en esta época.
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